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13
Dec

Los árbitros

Written on December 13, 2011 by Banafsheh Farhangmehr in Arts & Cultures & Societies

Por Rafael Puyol, Profesor de IE School of Arts & Humanities

Hace tiempo que deseo escribir sobre los árbitros de fútbol y además hacerlos de forma positiva. Son tan vituperados que de vez en cuando merecen una alegría. Empezaré diciendo que son gente admirable, sacrificada, abnegada y honesta. Aquello de que los árbitros trapicheaban  ha pasado a la historia. Ya no puede repetirse la historia que me contó mi amigo Teo que una vez compró a un árbitro en beneficio  de un conjunto asturiano; pero era tan malo el equipo que acabó metiendo el gol de la victoria decisiva un defensa contrario, lo que el árbitro recibió un alborozo corriendo hacia el centro del campo y gritando: gool…… gooool.

Ahora los árbitros son como el cariño verdadero: ni se compran, ni se venden. Pero eso no les impide ser el blanco de todas las iras del respetable cuyos excesos verbales le lleva a manejar epítetos contra ellos de lo más variado. Unas veces extraídos del mundo vegetal o animal como melón, burro, besugo, acémila o cabrón; otras derivadas de la vida política como aquella de “ árbitro Zapatero”; y algunas más directamente procedentes de las relaciones materno-filiales como el escueto “hijo puta”.

Y a veces no nos damos cuenta de que estos juegos de artificio constituyen una vía de escape de los sinsabores en los que vive la gente. Casi dría que es mejor que los árbitros lo hagan mal ya que así el paisanaje se va a casa tranquilo, come las croquetas de la parienta si rechistar y se va a la cama desfogado.

Una vez propuse un monumento a las mujeres “sándwich”. Ahora las insinúo un monumento al trencilla cuyo boceto ya tengo en la cabeza. En él, el árbitro aparece sobre una peana de hinchas airados. Su cuerpo se cimbrea ligeramente hacia el área, con la mirada atenta, el gesto firme, los ademanes claros, las tarjetas insinuadas y el pito en ristre. ¿A qué les gusta?

2
Dec

El censo

Written on December 2, 2011 by Banafsheh Farhangmehr in Arts & Cultures & Societies

Por Rafael Puyol, Vicepresidente de IE Foundation

Vivimos con prisa y pensando sólo en el corto  plazo. Los despiadados ataques de los mercados nos abocan a tomas rápidas de decisiones y la búsqueda de procedimientos para acortar los tiempos de cambio político. En este marasmo en el que cada mala noticia se queda obsoleta a los cinco minutos de producirse, no se presta atención a acontecimientos que tienen otro horizonte temporal. Esto es lo que está pasando con el nuevo censo español que ha empezado a realizarse desde septiembre y pretende dar a conocer cuántos y como son las personas que viven en España. Un censo es una fotografía de los habitantes de un país con alto nivel de resolución. Ofrece una información pormenorizada de nuestra sociedad, pero además de ser una instantánea suministra datos que permiten saber cómo seremos en el corto e incluso en el medio plazo y poder así planificar las actuaciones políticas pensando en sus protagonistas .Los censos no son, por lo tanto, una mera curiosidad intelectual o una simple medición estadística. Muy al contrario, son un instrumento imprescindible para la toma de decisiones en ámbitos tan fundamentales como la educación, la sanidad, el mercado laboral o las pensiones. Nadie ahora parece pensar en el futuro que, aún en un horizonte sin crisis, va a ser muy diferente al presente porque entre otras cosas habrá menos jóvenes, más viejos, menos trabajadores potenciales, más inmigrantes, más mujeres en el mercado laboral, más fallecidos, menos nacimientos,… El futuro ya no es lo que era, decía Aurelio Peccei. Será diferente debido a que los rápidos y profundos cambios demográficos están conformando una sociedad distinta. “Conócete a ti mismo” decía el aforismo griego que los siete sabios colocaron en el Templo de Delfos. Bueno, pues el censo es un buen instrumento para conocernos colectivamente a nosotros mismos. Y por ello nuestra obligación es contribuir a que la imagen que ofrezca sea la más fidedigna posible.

1
Oct

Por Rafael Puyol

La natalidad cayó en 2009 después de una década de recuperación. El retroceso hay que achacarlo en parte a la crisis que hoy utilizamos como un comodín para explicar todas nuestras miserias; pero tiene otros factores detrás de naturaleza extraeconómica relacionados con la llegada de generaciones menos numerosas de mujeres a la edad de procrear .Pero la crisis, inmisericorde y por el momento insensible a los remedios para corregirla, ha tenido otras consecuencias demográficas importantes.

Este es el caso de la nupcialidad y de los mecanismos de disolución de las uniones matrimoniales. La evolución de la nupcialidad presenta algunos rasgos que se han ido profundizando en los últimos años. Las bodas son más tardías, más laicas (aunque el matrimonio por la iglesia siga teniendo una alta frecuencia), menos duraderas y, no siempre, tienen detrás el propósito de la procreación. Son también cada vez menos numerosas, aunque hayan aumentado las segundas y hasta las terceras nupcias.

Ciertamente la caída de los matrimonios "oficiales" ha sido compensada, en parte, por las uniones consensuales y mínimamente tras el 2005 con las bodas entre personas del mismo sexo. Ahora bien, sí es cierto que el retroceso de la nupcialidad adquiere una mayor intensidad en el 2009 con respecto a los años anteriores, también lo es que ese descenso se venía produciendo ya desde el 2005. Es decir, la crisis no provoca la caída; únicamente la acelera. No obstante, en esta evolución hay que diferenciar los matrimonios de españoles de aquellos en los que, al menos, un cónyuge es extranjero. Los primeros son los auténticos protagonistas de la bajada. Los segundos, por el contrario, venían creciendo sin interrupción hasta que en 2009 sufren también una pequeña merma que no impide el crecimiento de su participación relativa en el conjunto de matrimonios. Este es otro rasgo que conviene destacar: la multiplicación de las bodas de españoles o españolas con extranjeros que en el 2009 alcanzan un 21% del total.

Casarse en los últimos tiempos de bonanza venía siendo una decisión menos frecuente. Si la caída de los matrimonios no fue más fuerte se debió a esas bodas mixtas compensadoras de la rarefacción de las uniones entre autóctonos. Casarse en tiempos de crisis resulta más complicado. Algunas parejas han aplazado su boda ante las incertidumbres del mercado de trabajo y ante las dificultades de acceder a una vivienda o pagar un alquiler que se lleva una buena parte de un sueldo bajo e incierto. No hay muchas bodas entre los mileuristas. Y no sabemos si esto mismo está pasando en las uniones consensuales, pero todo indica que ha sido así ya que el fenómeno de la cohabitación se da especialmente entre las parejas jóvenes que viven sobre todo en medios urbanos. La emancipación se ha retrasado e incluso algunos de sus protagonistas que habían accedido a una casa merced a una generosa inversión inicial paterna, han vuelto al hogar familiar ante la imposibilidad de poder pagar la hipoteca. Algunos hijos regresan a casa y no solo por Navidad

Así pues, menos uniones, pero también menos separaciones y divorcios. La aprobación del divorcio exprés en 2005 supuso un cambio en el papel jugado por los dos factores principales de disolución matrimonial. Ese divorcio rápido que incluye un acortamiento de los plazos, la supresión de la separación previa y la eliminación de alegar una causa para alcanzarlo, hizo que esta forma de ruptura superase a las separaciones que hasta entonces habían tenido el monopolio causal. Pero, al final, ese divorcio rápido no supuso, como algunos vaticinaban, un crecimiento fuerte del número total de disoluciones. La cifra de 2004 (132.000 rupturas) no fue mucho menor que la de 2007 (137.000).

En ese panorama de cambios, lo que la crisis hace (sobre todo en 2009) es intensificar a la baja una evolución negativa previa. Los volúmenes más altos de divorcios de 2006 y 2007 pueden interpretarse como la respuesta inicial a una ley más permisiva que algunos esperaban y que en estos delicados trances facilitaba soluciones de urgencia y evitaba prolongar situaciones dolorosas. Pero después, las aguas volvieron a su cauce y se agostaron con la crisis, ante las connotaciones económicas que toda separación o divorcio conlleva (pago de pensiones, gastos de vivienda, etc.). Hay que tener en cuenta que de los matrimonios disueltos en 2009, más de la mitad tenían hijos pequeños y que en un 60% de los casos se asignó una pensión alimenticia sobre todo al padre. En cambio, la madre obtuvo la custodia de los hijos menores en la mayor parte de las ocasiones. Las familias monoparentales lideradas por la madre con hijos pequeños, crecen en nuestro país.

Por último, el retroceso de los divorcios no ha impedido el progresivo acortamiento de la duración media de los matrimonios disueltos. En 2009 fue inferior a 16 años e incluso uno de cada cinco sólo duró entre 6 y 10 años, lo cual no impide que todavía la mayoría de las personas en España siga considerando al matrimonio como la mejor de las instituciones posibles para la convivencia de las parejas.

28
Sep

Abuelos a la huelga

Written on September 28, 2010 by Rafael Puyol in IE Humanities Center

Por Rafael Puyol

La UGT andaluza ha llamado a los abuelos a la huelga general pidiéndoles que mañana no cuiden a sus nietos. Más allá del despropósito y la balandronada de esta solicitud, la exigencia ha venido a recordar dos hechos capitales: que hoy casi todos los nietos tienen abuelos y que éstos desempeñan un papel fundamental en la atención a los niños pequeños.

Más de la mitad de las personas nacidas a comienzos del siglo XX vinieron al mundo sin abuelos y bastantes de los que se alumbraron con ellos los vieron desaparecer al poco tiempo. En cambio, los hijos de las generaciones de la segunda mitad del XX poseen un abuelo en el 85% de los casos y una abuela en el 95%. Y, además, esos "mayores" les duran más tiempo debido al crecimiento de la esperanza de vida.

Que durante un tiempo largo vivan simultáneamente tres generaciones de una misma familia empieza a ser habitual, cada una con su función: los niños a la escuela, los padres (afortunados) al trabajo y los abuelos a su pensión y a sus nietos. ¡Qué sería de muchas parejas sin la ayuda esencial que ofrecen los abuelos! Son los verdaderos protagonistas de la raquítica "política de ayuda familiar" del país. Su tarea es discontinua, pero decisiva y su remuneración impagable, es decir, de esas que nunca se cobran.

Así que dejemos que la cumplan sin peticiones absurdas de brazos caídos. Sólo faltaba que hubiera piquetes contra la tercera edad por el cumplimiento altruista de su delicada misión. Bueno, todavía eso tendría un remedio parcial. Si los abuelos no atienden a sus nietos ese día, podrán hacerlo los bisabuelos porque también son cada vez más frecuentes las familias de cuatro generaciones vivas. Unos bisabuelos venerables con 75 u 80 años a los que, supongo, respetarán los piquetes.

20
Sep

Estudiantes, trabajadores, parados

Written on September 20, 2010 by Rafael Puyol in Arts & Cultures & Societies, IE Humanities Center

Por Rafael Puyol

Se puede estar con exclusividad en cualquiera de esas situaciones. Una exclusividad relativa porque los estudiantes quieren acabar su carrera y ponerse a trabajar. Los trabajadores pretenden jubilarse algún día. Y los parados dejar cuanto antes esa situación y volver a estar ocupados. Pero las tres posibilidades admiten mezclas con una principal y otra subsidiaria. Hay estudiantes que ocasionalmente pueden desempeñar una ocupación a tiempo parcial. Hay trabajadores que periódicamente dedican una parte de su tiempo a la formación. Cada vez el proceso educativo se considera como un continuo que cambia la idea de la educación para toda la vida por la de educación durante toda la vida. Es el "life long learning" de los anglosajones que permite a los activos de cada momento adquirir nuevos conocimientos, actualizar los que tienen o perfeccionar sus capacidades, destrezas y herramientas de trabajo. Y hay parados que, inducidos o no por la Administración, utilizan su desocupación temporal para formarse más o mejor.

Pero no mistifiquemos la situación. Esas personas son desempleados auténticos y no otra cosa. Hurtarlos de las estadísticas de paro es como hacer trampa en un solitario. Lo cual no supone evidentemente una crítica a que por lo menos un millón y medio de personas realicen cursos de formación o estén en otras posiciones como percibir subsidios agrarios o beneficiarse de la ayuda de 420 euros. Ni por supuesto ningún derrotismo con intenciones espúreas. Es el simple reconocimiento de una realidad.

En fin, quedémonos con el lado positivo de la situación y no con ese burdo maquillaje de las cifras. Que nuestros trabajadores reciban formación complementaria es bueno. Que lo hagan sólo en tiempos de crisis es insuficiente. La costumbre, más allá de ese travestismo contable, debería extenderse con la misma amplitud a los tiempos de bonanza.

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