Vaya a Google, escribe la palabra joven y encontrará más de 13 millones de resultados. Las voces aluden a sus actitudes, sus creencias, sus hábitos, sus comportamientos, su formación, sus aficiones, sus relaciones, y un sinfín de cosas más. Nada de lo que les es propio carece de tratamiento. Algunas entradas tienen detrás una extensa lista de cuestiones; otras contienen menos títulos, pero apenas si existen análisis que aborden el comportamiento demográfico de los jóvenes, un asunto que no sólo les afecta a ellos, sino a toda la población a la que pertenecen.
La situación demográfica de los jóvenes adquiere gran relevancia en nuestras sociedades y de manera muy especial en la española, que focaliza esta reflexión. Me centraré en la franja de edades de 18 a 25 años, aunque a veces los datos obliguen a utilizar la de 20 a 24 años. Lo primero que se constata es que los jóvenes de esas edades son pocos. En 1991 alcanzaron 5,2 millones debido a la llegada a esta franja de las generaciones del llamado "baby boom" español. Que se alarga de 1957 a 1977. En 2009 sólo eran 4,4 millones por la fuerte caída de la natalidad tras la explosión de nacimientos. Y aún serían menos de no mediar la fuerte inmigración extranjera que ha acumulado en los últimos años casi 800.000 personas de 18 a 25 años, sobre todo de origen rumano, marroquí y latinoamericano (ecuatorianos, bolivianos y colombianos). En esos cuatro millones largos hay más varones que mujeres, ya que aunque entre los jóvenes se mueren más los hombres, la diferencia inicial en el momento del nacimiento (105 varones por cada 100 mujeres) no se ha corregido todavía a los 25 años.