El novelista, Andrés Ibáñez, explora en esta reseña personalísima el "enigma Bolaño", los posibles mecanismos que convierten su ficción en adictiva y fascinante.
¿Será su truco el virtuoso uso de la "différance" derridiana?, pregunta Ibáñez.
¿Será esa dilación "In perpetuum" lo que nos hace correr con la lengua fuera tras un juego de espejos que no termina nunca?
Por: Andrés Ibáñez
ABC, España. 07.11.2009
La decisión (feliz) de la editorial Anagrama de publicar y republicar la totalidad de la obra de Bolaño nos trae la fantasía de libros «nuevos» que son en realidad libros antiguos que no habíamos leído todavía. Yo, al menos, no había leído Una novelita lumpen ni tampoco La pista de hielo, que acaba de aparecer. Pero adentrarme en estas obras, después de haberme pasado los últimos años buceando obsesivamente en sus dos obras mayores (Los detectives salvajes y 2666) y de haber disfrutado también intensamente de los relatos, de las otras novelas y de la poesía, me hace replantearme una vez más el enigma de Bolaño e incluso, con estas nuevas lecturas, sentir que estoy un poco más cerca de comprenderlo. Lo cual quiere decir, como sucede con cualquier verdadero enigma, que éste se ha hecho ahora más enigmático que nunca. Porque hay dos formas de desvelar los misterios: una que consiste en traducirlos, es decir, en mostrar lo que «significan», y otra muy distinta que consiste en revelar por qué es imposible traducirlos y por qué no tiene sentido decidir qué «significan».
Sangre y morbo