Hace 12 meses los egipcios ungieron presidente a Abdelfatah al Sisi,el urdidor del golpe de Estado de 2013, en unas elecciones presidenciales ensombrecidas por meses de brutal represión y culto a su figura y huérfanas de rival. En una entrevista con EL MUNDO, el analista Haizam Amirah Fernández -investigador principal de Mediterráneo y Mundo Árabe en el Real Instituto Elcano y profesor de Relaciones Internacionales en el Instituto de Empresa– desgrana la dramática situación que atraviesa el país más poblado del mundo árabe un año después de los comicios que llevaron a palacio al mariscal de campo.
A estas alturas, ¿Cuál es la solidez del poder de Al Sisi?
Está claro que cuenta con un respaldo popular difícil de medir en términos reales. Y además tiene todos los medios para que la opinión pública vea en él la figura del hombre fuerte que encarna la promesa de garantizar el orden y mejorar la situación económica y de seguridad. En ese sentido cuenta con las fuerzas armadas, los medios de comunicación y las instituciones del Estado, que aunque con disfunciones están al servicio de la presidencia. Ahora bien, hay que recordar que cuando llegó al poder lo hizo con el llamativo porcentaje del 96,9% de votos.
¿Estamos ante a un régimen aún en composición?
Lo que hay ahora mismo en Egipto es una vuelta al autoritarismo: la figura del hombre fuerte, casi con papel de salvador frente a problemas estructurales gravísimos y además asociado a esos enormes proyectos que quiere encarnar ese orgullo patriótico y nacionalista exacerbado. Si -por un lado- hay un intento de volver a un autoritarismo robusto, lo que sucede es que faltan cosas comparado con la etapa de Mubarak. En primer lugar, Al Sisi no tiene un partido que vertebre ese autoritarismo y que llegue a todo el país. No detecto que se esté constituyendo esa vertebración a través de un partido y lo que se está viendo también son disfunciones entre distintas instituciones y organismos del Estado. Se ven actuaciones del poder judicial que carecen de cualquier garantía incumpliendo incluso las propias leyes del país. Hay una ausencia de Parlamento desde junio de 2012, lo que está permitiendo al actual presidente y en su momento a Mursi gobernar por decreto. Tampoco parece que haya prisa para celebrar elecciones legislativas, que han sido aplazadas en más de una ocasión.
No descarta entonces posibles encontronazos entre quienes ostentan el poder…
Ahí Al Sisi puede tener su talón de Aquiles porque tiene detrás de él a las fuerzas armadas a las que está privilegiando de una forma desmesurada. Siempre han tenido un papel importante, pero ahora la sensación es que los contratos y el grueso de la inversión van hacia las fuerzas armadas. Eso, en algún momento, puede entrar en colisión con otros intereses de otros actores económicos del país como la élite tradicional o los que estaban en el entorno de los hijos de Mubarak, que ven que a pesar de su apoyo al actual régimen no se están cumpliendo las expectativas de negocios y ganancias con las que contaban.
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