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May

1416301911_326119_1416315022_noticia_normalEmilio Lledó (Sevilla, 1927) anda estos días de verano prematuro con una «gripe alérgica». Por suerte, recuperó la voz a tiempo para manifestar, ayer, su agradecimiento por la concesión del premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. «Lo agradezco muchísimo, pero siento, y no es retórica barata, que no haya habido unaMafalda este año», confesaba en conversación telefónica con ABC poco después de conocer el veredicto.

El jurado, reunido en Oviedo, decidió premiar a este «pensador de relevancia internacional y de trayectoria ejemplar en el ámbito de las humanidades» por hacer suya la razón ilustrada «a través de un diálogo que impulsa la convivencia en libertad y democracia». Esa virtud, ensalzada en el acta, quedó de manifiesto a lo largo de la conversación con el filósofo, que comenzó a responder solícito: «Venga, lánceme una andanada».

– La última vez que charlamos, cuando el año pasado le concedieron el Nacional de las Letras, me dijo que, si volviera a nacer, le gustaría ser maestro de escuela. ¿Qué importancia tiene el maestro en nuestra sociedad?

– Yo no sé la importancia que tiene ahora. Sería lamentable que no tuviera la que merece. Es esencial, es fundamental en la educación de los seres humanos. Partiendo de la idea genial de Kant de que el ser humano es lo que la educación hace de él, además la educación es esencial, en el sentido de que tiene que ser creadora de libertad. Esa curiosidad de los niños es frescura y esa frescura hay que seguirla dando en la escuela y no meterles en la cabeza aprendizajes absurdos, grumos mentales que les paralizan el fluir tierno y maravilloso de sus neuronas. Mi experiencia, no sólo con mis hijos, sino con mis nietos, es la posibilidad de que esas mentes progresen, y ese progreso es la libertad. Levantarles curiosidades. Enseñar a los niños a mirar los gajos de una naranja, y ver cómo están hechos; y mirar una margarita de estas que brotan de pronto, sin que nadie la siembre, en las esquinas de las calles. Con la historia de los móviles, con todos los respetos para el mundo de la digitalización, estamos convirtiéndonos en ciegos de ese prodigio. Toda esa imagen de la realidad de la naturaleza a mí me sobrecoge y me da vida. Y esa vida quisiera transmitirla muchas veces a la infancia misma, y no meterlos en aprendizajes de libros como un castigo. Cuando la lectura es también la libertad.

– Y disfrutar de esa lectura.

– ¡Y disfrutar! Hoy es fundamental que mantengamos esa idea de la libertad. Yo creo que tendríamos que dar las gracias a todos los grandes, o medianos, todos los que han escrito, porque arrancan el mundo de nuestra soledad, el pequeño mundito que tenemos en torno a nosotros, que tiene que ser decente y del que no nos avergonzamos, pero qué maravillosa posibilidad la de salir de ese mundo pequeño, de nuestro mundo, y poder hablar con Cervantes, y con Jovellanos, y con Platón, y con Nietzsche, y con Lorca, y con Machado, y con quien quieras… ¡Esa posibilidad de diálogo infinito que es la lectura! Ese enriquecimiento es una cosa que el día que se pierda…

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