Por Rafael Puyol, Vicepresidente de Fundación IE
Las acciones terroristas son una de las actividades (más execrables) que concitan el acercamiento político y el rechazo popular. Así sucedió en España con los atentados en Madrid en el 2004 y así ha ocurrido en Francia, con los luctuosos sucesos de París que acabamos de vivir.
He seguido por los medios de comunicación la “reacción” francesa a los inicuos y absurdos asesinatos de sus ciudadanos y me ha gustado lo que he visto, sobre todo los actos protagonizados por la sociedad civil. Francia ha sacado a la calle sus señas de identidad: las tangibles como su bandera o la marsellesa y las intangibles como su patriotismo, y sus principios irrenunciables de libertad, igualdad y fraternidad. Libertad para opinar, igualdad frente a los fanáticos que la atacan y fraternidad con las víctimas.
Resulta difícil permanecer insensible ante estas manifestaciones. Ante el ondear de banderas en las manifestaciones callejeras y ante el emocionado y espontáneo canto del himno por parte de los diputados de la Asamblea Nacional. Francia es una nación y sus ciudadanos se sienten muy franceses. El “chauvinisme” y la “grandeur” estuvieron a la altura de la situación.
Y a uno le vuela la imaginación y trata de hacer comparaciones con lo que ocurre en nuestras manifestaciones, donde himno y bandera no son los símbolos de todos. La bandera española es denostados por algunos o en algunas regiones por ser considerados “de derecho” cuando no fascistas o representativas de un estado que no es el suyo. Algo que debería aglutinar a todos los españoles, de cualquier autonomía, de cualquier signo político, los desune. En una manifestación “española” se pueden contar casi tantas banderas como en la ONU. Nadie sacrifica la suya a la enseña de todos a lo que se coloca en condición de desigualdad con las banderas de los sindicatos, las autonómicas o la de ciertos colectivos que de esta manera reivindican su presencia. Tenemos dos retos históricos por delante: el de darle al himno una letra para que todos lo podamos cantar y el de hacer de la bandera un respetado símbolo de convivencia.
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