Por Rafael Puyol, Vicepresidente de Fundación IE
Hace días saltó la polémica sobre la contratación laboral de mujeres embarazadas. Una destacada empresaria manifestó preferir la incorporación de mujeres de cierta edad que ni estuvieran encintas, ni fueran a estarlo tras la incorporación a su puesto laboral. Desde distintos ámbitos se le tiraron a la yugular con el argumento de considerar esta actitud como claramente discriminatoria para la mujer. Yo también creo que no se puede discriminar a nadie por razones “de estado”.
Pero permítanme entrar en el debate con una reflexión distinta, de naturaleza demográfica. Todo el mundo conoce la debilidad de nuestra natalidad y la conveniencia de que mejoren sus cifras. Y nadie ignora que este no es un proceso fácil debido a la escasez cada vez mayor de mujeres en edad de procrear, amén de otros factores como la edad tardía a la que se tienen los hijos.
No hoy en que todavía tenemos elevadas tasas de paro que afectan principalmente a los jóvenes, sino en el futuro, cuando se debilite la base de la pirámide laboral, precisamente por la escasez de nacimientos previos, será necesario incorporar más mujeres al mercado de trabajo.
Y a nuestras féminas les vamos a pedir entonces que trabajen más y que tengan más hijos porque ambas cosas serán necesarias para el porvenir de la economía y de la sociedad española. Pero no hablemos sólo de lo que le convendrá al país, sino también de lo que será bueno para las propias mujeres en edad de procrear. Las encuestas de fecundidad ponen de manifiesto que la condición prioritaria que estas madres potenciales valoran para tener hijos es poseer trabajo. Así que como no contratemos a mujeres embarazadas no va a haber embarazos y eso será fatal para el ya complicado futuro demográfico del país. A corto plazo muchas empresas prefieren contratar a mujeres sin “compromiso” de maternidad. Pero a medio plazo y la demografía no es una ciencia cortoplacista esta práctica será insostenible.
Publicado en ABC (11/X/2014)
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