Por Fernando Dameto Zaforteza, sudirector de Humanidades en IE Humanities Center
Ayer en Versión Española, en un merecidísimo homenaje a la diseñadora de vestuario Yvonne Blake, proyectaron la película “Bearn o la casa de muñecas”. La figurinista explicó cómo Jaime Chávarri, director del film, le dijo que se inspirase en el Gatopardo, a lo que la presentadora añadió que la obra maestra de Visconti sobrevoló por todos los aspectos del rodaje. Esta influencia no es casual, de hecho es bastante frecuente escuchar cómo se compararan ambas novelas o incluso la coletilla “Bearn es el Gatopardo Mallorquín”.
Las tres principales razones por las que se compara “Bearn o la casa de Muñecas” del mallorquín Lorenzo Villalonga (1897-1980) y “El Gatopardo” del siciliano Giuseppe Tomassi de Lampedusa (1896-1957) son que ambas fueron escritas en los años 50 del siglo XX, que la acción trascurre durante la segunda mitad del siglo XIX y que los protagonistas, Antonio de Bearn y el Príncipe de Salina, son considerados fin de race. Estas son las más recurrentes pero evidentemente no las únicas.
Tanto el autor palermitano como el palmesano provienen de estirpes nobiliarias con un fuerte arraigo en sus respectivas islas mediterráneas. Además ninguno de los dos fue escritor profesional, peor le fue a Lampedusa que murió sin poder ver su obra publicada. Villalonga, aunque en el ocaso de su vida gozó de cierto reconocimiento, nunca pudo vivir de la escritura y sus ingresos provenían de su dedicación a la psiquiatría. Lo más curioso es que ambos escribieron sus obras prácticamente a la vez, Lampedusa de 1954 a 1957 y Villalonga del 1952 al 1954.
Las dos obras trascurren durante la convulsa segunda mitad del siglo XIX y retratan episodios que marcaron la historia de sus respectivos países. En el caso del Gatopardo la unificación italiana. En el caso de Bearn la expulsión de la reina Isabel II y la breve Primera República Española, aunque el autor mallorquín muestra mayor interés por el segundo imperio francés o el pontificado de Leon XIII. Tanto Salina como Bearn interactúan con los personajes de su época, el primero siendo recibido en audiencia por el último rey de las Dos Sicilias, el segundo por el Sumo Pontífice. Es una pena, puestos a pedir, que no escogieran un momento histórico anterior, a fin de cuentas las dos islas mediterráneas comparten monarcas desde el siglo XIII, cuando pasan a formar parte de la corona de Aragón, hasta el tratado de Utretcht, aunque la Siciliana independiente siguió estrechamente vinculada a la Monarquía Hispánica hasta la Unificación Italiana. ¿Se imaginan a un Salina y un Bearn reflexionando sobre un mismo tema? Por ejemplo tratando el traslado de la corte de Carlos III de Nápoles a Madrid.
A pesar de ser obras corales, donde curiosamente en ambas novelas el capellán de cada casa desempeña un papel fundamental, el magnetismo que ejercen Bearn y Salina hace que acaparen todos los focos. El principal argumento para compararlas son sus protagonistas. Las dos describen las longevas vidas de nobles de rancio abolengo que les tocó lidiar con el fin de una era, de su era. Las transformaciones sociales del XIX ponen fin a una época, el antiguo régimen, que llevaba imperando desde el medievo. En todo caso, Salina y Bearn son muy distintos. El primero es físicamente imponente, autoritario, íntegro, protector y un poco fatalista. El segundo elegante, cínico, ilustrado, curioso y algo enajenado. Esto se debe a que Lampedusa basó su obra en la vida de su idealizado abuelo mientras que Villalonga inventa al personaje, de hecho en Mallorca no existen ni la casa, ni el pueblo ni el apellido Bearn, lo que le da una libertad de la que carece el primero. Parece que el personaje Señor de Bearn es una caricatura de su autor, crítico con la aristocracia y afrancesado.
La naturaleza de ambas obras difieren, los objetivos que persiguen sus autores son muy distintos. La nostalgia con que Lampedusa describe a su clase social, su vida, sus costumbres y el final de su poder, poco tiene que ver con la energía, el humor y conocimiento enciclopédico que derrocha Villalonga. Coinciden en que son excelentes novelas con magníficas versiones cinematográficas.
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