Si la intención de Gérard Mortier durante su etapa como director de la Bastilla de París era hacer algo diferente y refrescante, que se escapase de los cánones clásicos de la oferta de la Ópera de París, dio en el centro de la diana cuando, en 2007, encargó al cineasta Emir Kusturica la adaptación para ópera de su película de 1988 El tiempo de los gitanos, que le valió el premio al Mejor director en el Festival de Cannes de 1989.
Pueden discutirse y debatirse eternamente los aciertos y desaciertos de Mortier, pero no su transgresora vocación de Pepito Grillo de la escena mundial. El caso es que el montaje que hoy se estrena en el festival La Mar de Músicas de Cartagena es una auténtica catarsis, un espectáculo caótico donde el público y los actores explosionan de manera espontánea y sin necesidad aparente de seguir las pautas marcadas por el libreto. Su estruendoso paso por París no solo mereció el favor del público y de la crítica, sino también el descubrimiento del propio Kusturica como director de escena.
Cuando el cineasta salió al escenario tras la representación en La Bastilla, el auditorio en bloque se puso en pie y aplaudió durante más de cinco minutos sin tregua, recuerda el director de Underground. Tambiénel grupo de rock gitano The no Smoking Orchestra fue ovacionado y los más de 70 intérpretes y músicos que conformaban el reparto de esta apabullante puesta en escena salieron triunfantes del estreno. La gente aplaudía un espectáculo que, acompañado por notas de rock y punk, música clásica y popular gitana, cuenta la historia de Perhan, el hijo de un soldado y de una gitana que vive con su abuela, su hermana minusválida y un tío que intenta seducir a la chica de la que él está enamorado. El joven Perhan se pasa los días soñando con su amada y maquinando la manera más rápida para hacerse millonario para pedir su mano.
Teñida de comedia, la trama abarca la situación de la mendicidad infantil y la prostitución de las mujeres zíngaras. Un guión escrito hace 25 años que, como las grandes obras de arte, no ha perdido su vigencia social ni creativa. “Nada ha cambiado en todos estos años, los elementos con los que contamos existen hoy igual que entonces: el sentido de la familia, la tragedia individual, meterse en el negocio del robo de niños, ser infeliz cuando estás en lo más alto de tu carrera… ¿Hay algo más actual que eso?”, se pregunta el director y guionista serbio durante un encuentro reciente con este diario en una sala VIP del aeropuerto de Torrejón, donde hizo parada el pasado sábado unas horas antes de tocar con The no Smoking Orchestra en Barcelona.
Aquel estreno en La Bastilla supuso un auténtico reto para el director, no solo por las diferencias técnicas y artísticas que existen entre el cine y la ópera, sino también por las opciones de fantasear con la puesta en escena. “El mundo abstracto del escenario era muy inspirador para mí, porque a diferencia del cine te permite hacer realidad tus sueños”. Unos sueños que se cumplieron durante solo 12 funciones y que pudieron disfrutar unas 45.000 personas.
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