Por Rafael Puyol, Vicepresidente de IE Foundation
La crisis es tan dura e inmisericorde que ha terminado por influir en todas las cosas de la vida cotidiana. Pese a ello, todavía tratamos de reducir sus efectos públicos mediante el uso de una terminología, balsámica a base de expresiones que responden a la condición de a la condición de verdaderos trampantojos, es decir de ilusiones verbales con las que se pretende edulcorar la realidad y engañas al paisanaje.
Por este camino, una huelga se ha convertido en una anormalidad laboral, los despidos en ajustes del mercado de trabajo, o la subida de precios en revisión de tarifas. La propia crisis es tildada de desaceleración, de coyuntura adversa, o de empeoramiento del contexto económico. Las empresas no echan a la gente sino que reestructuran la plantilla; y los trabajadores no se van a la calle, sino que se incorporan a una nueva situación profesional.
La salida de esta situación crítica se alarga y ya nadie habla de brotes verdes, quizás porque no los hay. Pero la metáfora vegetal es substituida por expresiones que pretenden, sin lograrlo, crear atisbos de esperanza en el lúgubre escenario del embravecido mar económico. Y así hablamos de que estamos en un nuevo entorno, de cambio del modelo de desarrollo, de reto para reforzar la capacidad de crecimiento…
A mí todo esto me recuerda lo que un viejo profesor de mi colegio decía a quienes no habían aprobado su asignatura: “yo, joven, no le suspendo, simplemente le difiero el placet”. Lo cual, pese al intento de los “diferidos” de explicárselo a su padre, no evitaba que éste respondiese con el método expeditivo de siempre: zurrarles la badana y mandarles a la cama calentitos.
La última perla del lenguaje económico eufemístico es lo del “ticket moderador de recetas médicas” utilizado en Cataluña para aludir al copago. ¡No es por el euro de marras, pero cuando los políticos dejarán de considerar gilipollas a los ciudadanos!
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