Por Rafael Puyol,
Dedico mi vida profesional a la demografía y de vez en cuando intento trasladar a mis lectores análisis y reflexiones sobre la población española que debe afrontar la profunda crisis que nos afecta. La noticia de los últimos días es que el paro ha vuelto a crecer .Es una información mala para hoy y mala para mañana. Y digo esto a propósito del trabajo de los jóvenes que sufren especialmente los efectos de esa nueva lacra lacerante y desalentadora que les obligan a hacer las maletas del éxodo ante la insuficiencia de oportunidades del mercado interno.
Después de haber sido la España peregrina, la del Instituto Español de Emigración ,nos convertimos en la del “Trabajo e Inmigración “, término que quizás ya no conviene hoy a la denominación del Ministerio del ramo, que debería tornarlo por el más neutro de “ Trabajo y Migraciones “. Pero no pretendo abordar una cuestión semántica, sino mostrar una preocupación ya no solo por el presente de esos jóvenes, sino por las consecuencias que esa expatriación puede provocar en el mercado laboral futuro. Lo decía el propio Rey hace pocos días: váyanse, si tienen que hacerlo, porque salir añade experiencias, aporta nuevas capacidades y ensancha la visión del mundo. Pero vuelvan, porque la marcha definitiva de esos “cerebros“es lo peor que nos puede pasar, ante un seguro estrechamiento de la pirámide laboral de los jóvenes-adultos mejor preparados.
He dicho otras veces que la demografía es una ciencia de luces largas y que puede anticipar lo que va a pasar en el futuro cercano sin grandes márgenes de error. Y va a suceder que en un horizonte de escasez de población joven en general, podemos tener un desabastecimiento de profesionales cualificados que va a afectar negativamente a nuestra productividad. Pero nadie parece preocupado por esas pérdidas, quizás porque, por el momento, su éxodo contribuye a aliviar un mercado saturado.
Comments