Por Rafale Puyol, Profesor de IE School of Arts & Humanities
Lo he leído recientemente en varias ocasiones: los problemas del futuro pago de las pensiones y la decisión de retrasar la edad de jubilación son culpa de la demografía .Lo cual es como defender que la responsabilidad de que la gente se muera la tiene la Medicina o culpar al Registro Civil del descenso de la nupcialidad.
Otros, menos amantes del pensamiento abstracto, buscan culpables más concretos y señalan a los mayores ( y a los inmigrantes ) como desalmados perturbadores de nuestro sistema de bienestar y de su viabilidad futura , lo cual no es justo, ni siquiera verdad .Del envejecimiento, considerado como el aumento de la proporción de los mayores en el conjunto de la sociedad, no tienen la culpa los viejos. Son, por supuesto, sus protagonistas pero a veces también, los sujetos pasivos de su propia condición. De hecho aunque hubiera muchos más longevos, si hubiera igualmente muchos más jóvenes no existiría envejecimiento o sería menor. Pero las cosas no son así y por lo tanto debemos enfrentarnos a un futuro con pocos jóvenes, pocos adultos-jóvenes, cada vez más adultos mayores y muchos viejos cada vez más viejos. Y la culpa de todo esto la tiene el retroceso de la natalidad, relacionado a su vez con la disminución de la mortalidad infantil, y la reducción de la mortalidad adulta y la de los propios mayores, que son cada vez más longevos. Así que más que preocuparnos por el envejecimiento deberíamos felicitarnos por él, considerándolo como lo que es: una auténtica conquista social que ha alargado nuestra existencia. Y no perdamos el tiempo en hallarle soluciones demográficas porque ya no las tiene.
Lo que debemos buscar son respuestas económicas y políticas para resolver las consecuencias que el aumento de la población vieja va a plantear, porque al fin y al cabo esa condición, la de viejos, va a ser el destino de cada vez más gente.
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