Por Rafael Puyol, Profesor de IE School of Arts & Humanities
Ha sido la crónica de una caída anunciada: los nacimientos bajaron de nuevo en el primer semestre del 2010 acentuando el retroceso iniciado el año anterior y continuando la ruptura de la tendencia alcista de la década previa. Y como en este país no andamos sobrados de niños el anticipo no es precisamente una buena noticia.
En general, la gente da al anuncio una explicación sencilla: nacen menos criaturas debido a la crisis y ya vendrán más cuando amaine. Y es cierto que no son buenos tiempos para traer niños al mundo, ya se trata de madres españolas o extranjeras que además son menos al haberse reducido la inmigración. Pero la explicación de la caída no sería completa si no tenemos en cuenta la influencia de otro factor. Me refiero a la reducción del número de mujeres españolas en edad fértil que, al fin y al cabo, son las madres del 80% de los nacidos. Hay que recordar que el volumen de alumbramientos (hombres y mujeres) inició a mediados de los 70 una caída progresiva que se prolongó hasta finales de los 90. Y que es ahora y en los próximos años cuando a esas mujeres les tocará tener hijos. Si advertimos que la edad media a la maternidad es más tardía que nunca (31 años) esta reducción se va a prolongar probablemente hasta finales de la década de los 20. Recuerdan el lema de la medalla del amor: “hoy más que ayer, pero menos que mañana”; pues con la natalidad va a suceder lo contrario: “hoy menos que ayer, pero más que mañana”. Así pues, no sólo son circunstancias coyunturales, vinculadas a la recesión, las que han dado vacaciones a las cigüeñas. Hay una circunstancia “estructural” más difícil de corregir y que va a determinar que aún saliendo de la crisis, la natalidad, en bastante tiempo, no va a ser lo que fue.
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