Mira que me gusta Cataluña, su cocina y hasta como juega el Barça. Pero esta escalada del intervencionismo de los poderes públicos para promover lo propio y distanciar lo ajeno, me parece sorprendente en un país civilizado. Está muy bien que la gente hable catalán, que se promocione su cultura y que se haga propaganda de sus productos culinarios. Pero en la apuesta por “lo catalán” se están cometiendo excesos que nos resultan incomprensibles a gentes que juzgamos que cualquier reduccionismo injustificado es malo. Que hablar español en las Universidades esté mal visto, que rotular en el idioma de Cervantes esté castigado o que, ahora, la Generalitat obligue por decreto a ofrecer productos catalanes en la mesa de ciertos alojamientos turísticos, no se compadecen con ese marchamo de modernidad con el que se exhiben la región y sus gentes.
A ver. No me parece mal que los hoteles de 4 estrellas e incluso los de menos ofrezcan pan con tomate o embutidos propios en los desayunos. Lo que me resulta incomprensible es que se obligue a incluirlos en los menús. ¿Qué diríamos si en los de Madrid la Comunidad ordena ofertar en el desayuno cocido madrileño, en los asturianos fabada con sus complementos, o en los de Castilla, cochinillo asado? Ya sé que ejemplifico con productos alejados de la dieta mediterránea, pero lo que presento es una reducción al absurdo de una decisión que juzgo poco sensata. Por esta vía y así como han acabado suprimiendo las corridas de toros, terminarán por excluir de la carta la tortilla de patatas pro su condición de española. Pero que nadie se engañe. Si se ha establecido la norma acabará creándose para hacerla cumplir un cuerpo de inspección que vigilará la oferta en el menú del “Pa amb tomaca” o la “botifarra” ¡A qué absurdos puede llevar el ansia de diferenciación!
Comments