La nueva normativa otorgará más autonomía al museo e igualará su sistema de gestión al del Prado
Manuel Borja-Villel ha conseguido celebrar los 20 años del Museo Reina Sofía con la ansiada ley propia bajo el brazo. Así lo ha anunciado la ministra de Cultura, Ángeles González Sinde, que ha arropado al director en la presentación de este aniversario. A pesar de que la efeméride en cuestión ya pasó, ha sido hoy cuando la Reina Sofía ha visitado el centro que lleva su nombre para inaugurar uno de los platos fuertes de la temporada, la exposición ¿La guerra ha terminado?, una nueva lectura de los fondos del centro desde 1945 hasta finales de los años 60 que ocupa toda la cuarta planta.
Pero antes, tanto la ministra, como el director, el presidente del patronato, Guillermo de la Dehesa, han querido resumir los logros del Museo en estas dos décadas. Además de la autonomía que la nueva ley otorgará al Reina, que lo igualará en este sentido al sistema de gestión del Museo del Prado, González Sinde ha querido, y en esto coincide con el presidente del patronato, proponer a los ciudadanos la participación de manera clara en la vida del museo. De la Dehesa también ha expresado la intención del patronato de reforzar la presencia de la sociedad civil en el mismo, proponiendo a miembros que sean “personas con peso y relevancia para todos”.
Entre Picasso y Duchamp
La tensión es la base de esta nueva muestra. La tensión entre los dos focos artísticos, París y Nueva York; entre el comunismo y occidente; entre igualdad y libertad; entre la tradición pictórica y el conceptual; entre Picasso y Duchamp, en definitiva. Son 500 piezas más los documentos y archivos visuales y sonoros, que van desde carteles o ejemplares de La Codorniz a las películas de La ventana indiscreta de Hitchcock o Bienvenido Mr. Mashall de Berlanga.
Como no podía ser de otra manera, un picasso abre el recorrido, es el Monumento a los españoles muertos por Francia, y es que la guerra, la crudeza y la violencia centran esta primera parte de la muestra. El grito de Artaud o los dibujos de Josefa Tolra (artista vidente y desequilibrada rescatada aquí por el director) sorprenden al visitante que no debe esperar un recorrido lineal y ya sabido. Es la marca de la casa.
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