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Sep

Por Leopoldo Calvo-Sotelo, Director de IE Master of International Relations

Día 29/09/2010

«Ya no tiene sentido que el presidente de la república sea el sumo sacerdote de una religión de Estado cuyos ritos impresionan cada vez menos a los ciudadanos. Con Sarkozy la V República se está deslizando hacia el populismo»

NO resulta exagerado decir que la V República tiene para los franceses una importancia parecida a la que la Monarquía parlamentaria surgida de la Transición tiene para los españoles. Francia fue la iniciadora de la contemporaneidad en 1789, pero luego tardó mucho tiempo en encontrar acomodo estable en ella. El siglo XIX francés fue casi tan turbulento como el español y durante él se sucedieron los regímenes real, imperial y republicano sin conseguir el apoyo permanente de una mayoría indiscutible de la sociedad francesa. Por lo demás, la posición de Francia en el concierto europeo fue precaria y frágil hasta 1945, y las tres invasiones alemanas que sufrió en menos de un siglo son prueba evidente de ello. Pero ni siquiera el final de la Segunda Guerra Mundial trajo la estabilidad a la escena política francesa, porque la crisis de Argelia impidió que se consolidara la por lo demás meritoria IV República.

El histórico papel de dar a Francia solidez interna y seguridad internacional estaba reservado a Charles de Gaulle. Su llamada a los franceses el 18 de junio de 1940 a rebelarse contra la derrota y la colaboración permitió a Francia acabar la guerra entre los vencedores y situarse en el directorio mundial como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Y en 1958 De Gaulle dotó a Francia del régimen político más exitoso de su historia posterior a la caída de la monarquía absoluta, la V República. La confluencia del «gaullismo de guerra» y del «gaullismo institucional» convirtió al general en el fundador de la Francia contemporánea: ningún político occidental del siglo XX puede aspirar a un título semejante. La reciente conmemoración del setenta aniversario del famoso appelde junio de 1940 ha dado lugar en Francia a una reflexión sobre lo que queda del gaullismo. Merece la pena retomar ese hilo, concentrando el análisis sobre el papel que al presidente Sarkozy corresponde en los rumbos actuales de la V República.

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