Como sin duda saben ustedes el Jurado de Ciencias Sociales de los Premios Príncipe de Asturias, al que me honro en pertenecer, ha concedido su galardón anual a las estatuas de terracota de los llamados guerreros de Xi'an. Se trata de uno de los conjuntos arqueológicos más importantes de la humanidad, compuesto principalmente por 7.000 estatuas de soldados, otras figuras de caballería del ejército del emperador Quin Shi Huangdi (año 246 antes de nuestra era).
Es un premio inusual de un jurado acostumbrado a distinguir a destacadas personalidades de ese vasto y complejo mundo de las Ciencias Sociales. Ahora, por primera vez se "reconoce" a un grupo de arqueólogos que tras un trabajo metódico y concienzudo lograron desvelar el gran complejo funerario de Xi'an. Pero creo que la concesión del premio ha sido un gran acierto. Con él no se honra solamente a quienes excavaron el complejo, que también, sino a todo un proyecto de investigación que nos ha permitido conocer una etapa importante de una cultura milenaria. Porque a través de los sucesivos descubrimientos se ha podido reconstruir los modos de vida, las costumbres, las estirpes, las etnias, el arte, a arquitectura o las creencias de un periodo decisivo de la historia china.
Pero además del reconocimiento a los trabajos de desvelamiento y reconstrucción histórica, el premio tiene el valor estratégico y pedagógico del acercamiento entre culturas y sociedades. China no es sólo el país más poblado de la Tierra, ni la economía que más está creciendo en estos tiempos de crisis. Es la cuna de civilizaciones seculares y el escenario de algunas de las manifestaciones artísticas más grandiosas de la humanidad, como la gran Muralla o los guerreros que ahora se distinguen. Estoy seguro que el premio contribuirá a enseñar al mundo la grandiosidad de un país a través de sus rostros más humanos.
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