No había sido aceptado por todos, probablemente ha tenido más alcance social que demográfico y desde luego resultó tímido e insuficiente como medida de política familiar. Me refiero al famoso Cheque-bebé que se caerá el próximo 31 de diciembre.
Nadie duda que era necesario reducir el gasto público y que se imponían medidas duras para atajar el déficit. Pero no estoy seguro de que en todos los casos se hayan seleccionado bien los ámbitos de recortes. En lo que nos ocupa, resulta evidente que ningún matrimonio se plantea tener un hijo, únicamente porque el gobierno le vaya a dar 2.500 euros. Probablemente los 16.000 nacimientos más que se produjeron entre mayo y diciembre de 2008 en relación al mismo periodo del año anterior (hijos concebidos antes de la adopción de la medida, en julio de 2007), se deben prioritariamente a otras circunstancias que a esa "baguette" bajo el brazo que trajo cada alumbramiento. Pero no hay que destacar completamente el acicate de la prima.
Entonces muchos criticamos la medida, sin rechazarla, pero más por insuficiente que por superflua. Este país, pese a la recuperación reciente de los nacimientos que han aportado las madres extranjeras, está bajo de niños. Y lo va a seguir estando en el futuro, una situación que afectará a la base de nuestra pirámide laboral y acentuará aún más el envejecimiento.
Nunca hemos tenido una política de ayuda familiar razonable. Una política que además de esa "baguette" monetaria incluyese otras medidas más efectivas para ayudar a los matrimonios jóvenes a soportar los costes de sus hijos, como las subvenciones para acceder a una vivienda o las ayudas para costear la guardería sin caer en la indigencia. Había pocas cosas para mejorar la natalidad necesaria y ahora resulta que lo poco que existía se suprime de un plumazo. Volvemos a estar a la cola de las políticas familiares en Europa.
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