La crisis es mala para todos, pero lo es especialmente para quienes, tras terminar sus estudios, quieren incorporarse al mercado laboral. Muchos jóvenes no encuentran trabajo ni en oficios para los que se formaron, ni en otros de menor cualificación. Y ahogan sus penas en el botellón o en otros consumos que les evaden temporalmente de una realidad amarga. Casi 1,3 millones de personas entre 20 y 29 años están buscando un trabajo y la tasa de desempleo de los menores de 30 años (30%) es muy superior a la media del país (18%).
Hay una tentación de comparar la situación actual con la que vivieron los jóvenes en los 70 y 80. También entonces tuvieron tasas de desempleo altas y se recurrió a la continuación de estudios como remedio temporal para paliar la escasez de la oferta. Pero hay una diferencia significativa entre los dos momentos. Los jóvenes que pretendían iniciar su actividad laboral entre 1975 y 1985 (entre los 20 y 30 años) pertenecían a las generaciones del "baby Boom" las más numerosas de la historia española. En cambio, los jóvenes que hoy acaban sus estudios proceden de la etapa de fuerte caída de la natalidad que se inicia a mediados de los 70. La verdad es que han tenido mala suerte ya que al ser cohortes más reducidas todo haría pensar que su inserción en el mercado de trabajo iba a ser muy fácil y que además iban a poder casarse pronto y tener hijos antes lo que aliviaría nuestra maltrecha nupcialidad y natalidad. Pero la crisis les ha pegado un zarpazo inesperado del que se libran mejor los más preparados y peor los que sólo tienen un nivel educativo bajo.
No obstante, la crisis pasará, el mercado de trabajo necesitará retroalimentarse y en él los jóvenes encontrarán el acomodo fácil que su escasez augura. Estos son los pronósticos de un demógrafo. Sólo hace falta que la Economía los haga suyos.
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