18
Sep

Julián Montaño

Macarena Ventosa en su post What does art teach? defiende el valor educativo del Arte, y va más allá, justifica el Arte por el valor educativo que tiene, citando a Elliot Eisner.

Blanca Riestra en su post Contra Larsson sospecha si Larsson debería ser clasificado como literatura, ya que los libros de Larsson carecerían de una serie de propiedades resumidas como sigue en palabras de Blanca Riestra: "valores literarios", "materia ardiente".

Ambas utilizan un argumento muy similar: identificar determinada propiedad trascendental del Arte o la Literatura (condiciones universales y necesarias, que no dependen del cuadro o del libro en cuestión, sino en aquello que un cuadro o un libro es) y en un caso justificar el Arte como tal o dar por injustificado como literatura un libro en concreto.

Ambas no tienen razón. Creo que no hay una propiedad del gran Arte que sea "enseñar" y que no hay una propiedad de la Literatura que sea "valores literarios" y que los definan. o Tampoco que al menos sean parte esencial de su definición (ninguna de las dos piensa que Arte sea simplemente lo que enseña y que literatura sea simplemente "materia ardiente") o sea condición necesaria aunque no suficiente.


Arte es lo que está en las galerías de Arte y Literatura aquello que te capacita para que las librerías te compren, te den un premio literario o un editor se interese por ti. Todo esto exactamente igual y de la misma manera que producto sano es el que se vende en las farmacias y que un billete de mil pesetas es un billete con la firma del gobernador del Banco de España. Son productos sostenidos actualmente por instituciones, instituciones que les dan su carta de identidad: mundo del Arte, industria del Libro, Farmacias y Sistemas Monetarios.

Tanto el Arte como la Literatura NO nacieron con esas instituciones, son productos previos que generaron precisamente esas instituciones, pero el sentido primigenio del Arte y la Literatura, su papel original dentro del tejido de las actividades humanas -específicamente en el caso de la Literatura desde el siglo XV y en el caso del Arte desde la década de los 90 del siglo XVIII- ya no es el que era. Apegarse a su sentido originario es como justificar la práctica humana actual de "estudios universitarios" porque nos proveen de buenos clérigos o la práctica humana actual de "observación astronómica" porque podremos descifrar la música de las esferas celestes.

Es más, la prueba de que estas prácticas humanas ya no son lo que eran es que precisamente exista este debate: ¿es justificable el Arte, al menos en su aspecto didáctico? ¿es justificable esta pieza como pieza literaria? Cuando una practica humana necesita de justificación, o sus ejemplos son extremadamente discutibles, entonces es que esa práctica humana ya no es espontánea o inocente, se ha convertido en otra cosa, es parte de un problema, no una parte de nuestras prácticas.

Larsson sí es un buen ejemplar de literatura, porque sí es un elemento que tiene el appointment de la institución a la que pertenece: la industria del Libro. El Arte puede o no enseñar (personalmente creo que la enumeración de ventajas didácticas del Arte de Eisner se consiguen mejor con el Código de Tráfico, un buen libro de matemáticas y un campamento de verano para los chicos) pero eso no lo justifica como práctica, porque así no funciona la practica hoy en día, la industria o el mundo del Arte.

Inmanuel Kant hablaba del Reino de los Fines, el reino ideal donde los hombres son máximamente autónomos y respetados como fines en sí mismos a la vez que legislados. El Arte y la Literatura, las Instituciones de este tipo, son similares. En ellas las practicas humanas especiales que las definen –pintar, acudir a una exposición, escribir Millenium- son perfectamente autónomas, independientes de la heteronomía de cualquier necesidad social básica y justifican a sus miembros (artistas, literatos) -así como lo que hacen sus miembros como buenos ejemplos de la práctica (cuadros, libros)- generando ellas mismas las condiciones de pertenencia, más allá de misteriosas propiedades intrínsecas a artistas y literatos, libros y cuadros. Un Art Kingdom autónomo, que ya no es el Cielo de significado y sentido, de maravillosas propiedades trascendentales, que fue para nuestros antepasados.

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