Siempre que los medios hablan de la vida o la muerte intento, por deformación profesional, hacer su encuadre demográfico. El último asesinato de ETA, más allá de su condena por execrable e inútil, me llevó a reflexionar sobre el futuro (?) demográfico de País Vasco. Ya lo hice otras veces, pero ahora existe una oportunidad renovada con las últimas cifras del Instituto Nacional de Estadística que ofrecen datos para la Comunidad bastante desoladores.
La región que aumenta algo en los últimos años cuenta con 2,2 millones de personas, pero presenta ya claros síntomas de debilitamiento en los componentes del crecimiento. No abrumaré al lector con cifras. Sólo le diré que la tasa de mortalidad del País Vasco es superior a la media española. Que su índice de fecundidad y natalidad son inferiores, que su saldo vegetativo (diferencia entre nacimientos y defunciones) es dos veces más bajo que la media del país, que tiene un porcentaje de jóvenes más pequeño y un índice de envejecimiento más intenso. Y no es que en cualquiera de estos indicadores las medias españolas sean para echar cohetes. Pero, al menos, en España, se ha contado con la inmigración para hacer crecer los efectivos y para mejorar la natalidad, cosa que en el País Vasco no sucede en la misma proporción (tan sólo 6% de extranjeros frente al 12% de la media nacional).
¿Qué se puede esperar de este panorama? Ante todo que va a resultar inevitable que la población disminuya en el futuro inmediato. La proyección para el 2018 prevé 60.000 habitantes menos debido a que desde el 2011 el saldo natural va a ser negativo y el balance migratorio será escaso e insuficiente para compensar que haya más muertes que nacimientos.
En el País Vasco no va a sobrar nadie. Más bien van a faltar muchos. ¿No creen que es un buen argumento para que ETA deje de matar a los residentes, sean vascos o no, de esa Comunidad?
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