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Jun

Haizam Amirah Fernández

Investigador principal para el Mediterráneo y Mundo Árabe del Real Instituto Elcano, y profesor de Estudios Árabes y Relaciones Internacionales (IE School of Arts and Humanities)

 

Este artículo se publicó originalmente en la revista Culturas, no. 2 (monográfico sobre la juventud en el mundo árabe), septiembre 2008. El autor agradece a la Fundación Tres Culturas, con sede en Sevilla, la autorización para reproducirlo aquí.

 

Consideraciones sobre la sharía

 

La sharía no es una colección de leyes divinas, sino el sistema que permite, a través de una metodología dinámica, la aplicación de la voluntad de Dios. De ahí que el núcleo de la sharía esté compuesto por los dictámenes de los teólogos juristas musulmanes clásicos. La transformación de lo que en un principio fue una construcción humana flexible en un monolito inmutable de carácter divino cerró la puerta a la interpretación adaptable de los textos sagrados. Durante el período abbasí (750-1258), se creó un imaginario social en el que el islam se convirtió en una ideología hegemónica invariable, dando legitimidad a las acciones del estado y a los edictos de los ulemas. Durante ese proceso, el islam fue perdiendo su carácter dinámico por miedo a la desunión, lo que supuso el triunfo de los defensores del statu quo. Los ulemas se emplearon a fondo para evitar cualquier oposición a los gobernantes autoritarios por temor a que una fitna (cisma) pudiese romper el mito unitario de la umma (comunidad de creyentes). De ese modo, la dictadura racionalista impuesta por los teólogos juristas musulmanes hace siglos ha venido justificando el autoritarismo político como algo islámico.

 

Según algunos pensadores musulmanes contemporáneos, resulta imprescindible distinguir entre los elementos intemporales y preceptivos de la sharía (la oración, el ayuno y otros rituales) y las interpretaciones del Corán y la sunna (tradición del profeta) hechas en unos contextos concretos y variables.

En cuanto al supuesto apoyo de los musulmanes al terrorismo, los datos de la macroencuesta no arrojan una correlación entre el grado de religiosidad y el anti-americanismo. Es la política internacional, y no la piedad, la que lleva a una minoría de musulmanes (en torno al 7%) a adoptar posiciones anti-americanas que justifiquen los atentados del 11-S. La información periodística que lleva al ciudadano europeo medio sobre los musulmanes no parece transmitir una realidad que coincida con los datos anteriormente expuestos, pues se centran en situaciones de crisis y conflictos. Resultan ilustrativos los resultados de la Undécima Oleada del Barómetro del Real Instituto Elcano (BRIE), presentada en abril de 2006, según los cuales un 68% de los ciudadanos españoles consideran que los países musulmanes son "violentos", un 79% los ve "intolerantes" y un 90% "autoritarios".

 

Piedad, tecnología y mercado

 

Los tiempos que corren también se dejan notar en las manifestaciones de religiosidad entre los jóvenes árabes y en las posibilidades de hacer negocio con ese sentimiento. Las nuevas tecnologías se han adaptado rápidamente a esa realidad y, desde hace un tiempo, se pueden descargar (previo pago) politonos de llamada para teléfonos móviles "auténticamente islámicos" en los que se reproducen versos del Corán. Las felicitaciones por SMS en las festividades religiosas, como al final de ramadán y otras, están a la orden del día, así como los fondos de pantalla con motivos religiosos. Tanta tecnología no ha dejado indiferentes a los piadosos jerarcas del islam, habiendo prohibido los más conservadores de ellos tales prácticas mediante fatwas (edictos religiosos) por considerarlas burlescas hacia la divinidad, mientras que lo más modernos las recomiendan alegando que son una forma de tener presente a Dios en todo momento. Una muestra más de los choques dentro del propio conservadurismo islámico.

 

Por otra parte, exhibir muestras públicas de religiosidad y llevar una vida piadosa puede ser un buen reclamo para hacer negocios. En muchas tiendas y locales públicos hay equipos audiovisuales en los que se recita el Corán o se emiten vídeos con temática religiosa. Algunos creen que esa manifestación de piedad por parte del vendedor lo hace más fiable y honesto. También existen servicios online para resolver problemas de salud, amor, empleo, impotencia, etc. "de forma islámica".

 

Otro fenómeno moderno que refleja –y promueve– el auge de la religiosidad es el de Amer Jaled, un telepredicador islamista que suele aparecer en sus sermones vestido con vaqueros o con chaqueta y corbata, y que emplea un lenguaje moderno y directo con el que atrae a jóvenes y no tan jóvenes desde hace unos años. Jaled, mezcla de gurú religioso y showman, defiende el desarrollo de Oriente Medio a través de la fe. Aunque carece de sólidas credenciales religiosas, su mensaje es simple y contiene enseñanzas sobre cómo sentirse bien, evitar los pecados y desarrollarse mediante la religión. Su página web (www.amrkhaled.net) es todo un manual de autoayuda online. Esté fenómeno no sólo despierta gran interés entre los musulmanes de Oriente Medio, sino también entre Gobiernos, fundaciones y empresas de fuera de la región.

 

Hacer generalizaciones sobre la juventud y la religiosidad en el mundo árabe es arriesgado, pues se trata de decenas de millones de jóvenes en 22 países distintos entre sí. Las sociedades se mueven y algunas cosas cambian, aunque sea a un ritmo demasiado lento para los retos a los que se enfrentan. Algunas experiencias traumáticas como Iraq o Argelia están haciendo que más y más musulmanes critiquen la manipulación que algunos hacen de su religión, e incluso que lleguen a renegar de ella y de algunos líderes islamistas que son vistos como incitadores al odio y a la destrucción. Ahora bien, la insatisfacción de los jóvenes árabes se puede poner a prueba con una sola pregunta: cuántos desearían emigrar de su país hacia Europa o Norteamérica en caso de no necesitar permiso de residencia. En función de la respuesta se podrá medir la validez de las generalizaciones aquí hechas.

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