Se veía venir y así ha sido: se esperaban para el 2008 más de medio millón de y al final han sido casi 520.000 nuevos niños, muchos de ellos concebidos en 2007 cuando la crisis era todavía un presagio. Pero disfrutemos de la cifra porque el crecimiento mantenido en los últimos años seguramente ha tocado techo, al menos por un tiempo. Las atareadas cigüeñas, afectadas también por la crisis, se van a tomar un descanso forzoso; los retoños del 2009 serán con toda probabilidad menos que los de este año. Entre otras cosas porque las madres extranjeras, las grandes artífices de la recuperación de la natalidad, ni seguirán creciendo por la caída de la inmigración, ni las que ya están aquí tendrán los mismos comportamientos que en el pasado ante una situación económica que sin duda les hará apretarse el cinturón reproductor.
La dichosa crisis con sus repercusiones negativas en la formación de parejas y en la fecundidad, reducirá igualmente la natalidad de las españolas que ya tenían pocos hijos y además muy retrasados en el tiempo. Por el momento hay que celebrar esos 107.000 niños de madres foráneas que constituyen todo un reto histórico. Son niños de madres marroquíes, latinoamericanas, chinas, africanas que le han dado color a la vida en España.
Un color de la vida con distintas intensidades en el territorio. Con tonalidades intensas en Cataluña o Madrid donde esos hijos rondan o superan el 20% del total de nacimientos de la Comunidad. Y con grados menores en Asturias, Cantabria, Extremadura o La Rioja donde no llegan al 1%.
En cualquier caso, los nacimientos de todas las madres, las españolas y las extranjeras, superan a las defunciones en todas las regiones, a excepción de Asturias, Castilla y León y Galicia. Si esas comunidades también crecen, como lo atestigua el Padrón de 2009 que acabamos de conocer, ello es debido a la inmigración.
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