He venido a vivir al Centro lo que me permite andar y desandar el camino de mi casa al despacho varias veces al día. He podido recuperar la ciudad, demasiado diversa para ser aprehendida desde la ventanilla de un coche. Lo que eran vislumbres rápidos se han convertido en vivencias concretas de un protagonismo no deseado, pero tampoco perturbador.
La semana pasada, un día cualquiera, al caer de la tarde, mi paseo se vio alterado por cuatro interrupciones sucesivas La primera protagonizada por un vendedor callejero que me ofreció 4 pares de calcetines "reforzados en talones y punteras "al precio de 5 euros. El oferente actuaba con oficiosidad y zalamería al grito de "caballero: sorprenda a su mujer "(se entiende que con la compra). Al poco me encontré con otra persona que ofrecía unos cartoncillos avalados con su firma para entablar conversación ( ? ) con chicas guapas .En este caso creaba confidencialidad y cercanía aludiéndote como " jefe ".Seguí mi camino que de nuevo se interrumpió por un viandante que me preguntó si hablaba inglés .Le dije que sí y él entonces ,en un perfecto español ,me contó que tenía que ir a Suiza y que le habían robado la cartera, solicitándome una ayuda para el viaje Le expresé que la crisis nos había robado la cartera a todos los españoles, argumento que no pareció conmoverle, aunque para entonces yo ya me había alejado lo suficiente. El cuarto encuentro fue con unos malabaristas de semáforo a los que di un euro por un trabajo mejorable .Inmediatamente fui elevado a la categoría de mecenas del funambulismo con una promesa firme de un homenaje en vida.
Conviene pasear por el Madrid de la corazonada .No solo porque es sano, si no porque en un corto espacio de tiempo adquieres, sin mérito especial por tu parte ,la condición sucesiva de caballero, jefe, amigo y mecenas. ¡Qué más se puede pedir por un euro!
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