La crisis actual no favorece a nadie o a casi nadie. Pero va a resultar especialmente perjudicial, al menos para tres grandes grupos de personas ,decisivas en la estructura actual o próxima de nuestro mercado de trabajo que se sitúan en la base futura, en los tramos intermedios y en el techo de la pirámide laboral.
Cuando hablo de la base me refiero particularmente a los primeros tramos de actividad cualificada. Los profesionales de mañana responderán a la nueva formación de Bolonia que no parece nacer con los recursos "necesarios" para resultar eficaz. Creo que Bolonia puede ser buena, pero sólo será una transformación superficial si sus objetivos (de calidad, de movilidad, de internacionalización) no tienen la financiación adecuada.
Cuando me refiero a los tramos intermedios, hablo, en este caso, de la mano de obra inmigrante que desempeña, mayoritariamente, trabajos sin cualificar. La crisis se está cebando con estos colectivos que tan decisivo papel han desempeñado en el pasado cercano y tan fundamental concurso tendrán que jugar en el futuro.
Finalmente, cuando aludo al techo de la pirámide hablo de la población adulta-mayor . La recesión no favorece precisamente la permanencia de estos trabajadores "maduros" que son incitados a retirarse pronto a sus definitivos cuarteles de invierno.
Enseguida vamos a necesitar más y mejores trabajadores para afrontar los retos de un futuro demográficamente anoréxico, con una población adulta- joven en retroceso y una población dependiente numerosa y creciente. Por desgracia, la crisis, que nunca ha estudiado demografía y no es sensible a sus números, golpea sin piedad a quien más vamos a necesitar. Ante esta situación sólo cabe desear más recursos para la formación de nuestros jóvenes, serenidad para abordar el tema "crítico" de la inmigración y paciencia a los colectivos de activos mayores porque aún no ha llegado su hora.
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