Escuché hace días a la Ministra de Ciencia e Innovación hablar de las políticas de su Ministerio. Tiene un discurso fácil y suasorio en el que menciona repetidamente la internacionalización (de la formación y la investigación) como una de las asignaturas pendientes y por añadidura uno de los grandes retos de la Universidad y la Ciencia españolas.
No se puede estar en desacuerdo con este propósito. Resulta evidente la necesidad de internacionalizar mucho más nuestras Universidades, una pretensión que incluye, entre otras cosas, favorecer la matrícula de más estudiantes extranjeros que hasta ahora, al menos en los grados, sólo suman un modesto 2%.
La caída de la demanda interna debida a los efectos de una demografía implacable y la existencia de un elevado número de instituciones de calidad mejorable, pero suficiente, podría proporcionar, en un marco favorecedor como el de Bolonia, la llegada de esos estudiantes foráneos que ya vienen por periodos cortos a través de los Programas Erasmus. Pero el reto es conseguir que muchos más alumnos vengan a estudiar con nosotros los grados completos o los postgrados que seamos capaces de ofrecer con calidad
Para ello serán necesarias, al menos, dos cosas. La primera es flexibilizar al máximo el sistema de entrada en la Universidad. De acuerdo a la nueva reglamentación de acceso algunos estudiantes extranjeros ya no tienen que hacer la selectividad. Pero sería deseable que, con todas las salvaguardas deseables, se permitiera a estudiantes de más países que el espacio europeo y China, venir a España con el mismo requisito de haber superado en su país, las pruebas para incorporarse a la Enseñanza Superior.
La segunda es modificar la cicatera política de visados que convierte la pretensión de un estudiante que quiere venir a la Universidad española, en una prueba más difícil que el Tour de Francia.
Parece que el Ministerio está decidido a resolver estos obstáculos. Ojalá se consiga pronto. Sólo así nuestras Universidades podrían ejercer una función relevante en un mundo cada vez más global. De esta forma no sólo contribuiríamos a formar los profesionales que otros países necesitan, sino los que nosotros mismos vamos a necesitar ante la incapacidad demográfica interna para abastecer el mercado interior del talento.
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