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Oct

Un nóbel americano

Written on October 9, 2008 by Blanca Riestra in Arts & Cultures & Societies, Literature, Philosophy

Blanca Riestra

Es cosa sabida que los señores de la Academia Sueca nunca han sido especialmente juiciosos en cuanto a literatura se refiere. Pero es que, en esta última semana, el secretario permanente de la Academia sueca se ha descolgado con un comentario tan imprudente que de verdad dan ganas de ir a buscarlo a la puerta de su casa con un rifle. "Cualquier escritor estadounidense debería estar excluido de las quinielas. Los autores allí no son el centro del mundo literario. Se encerraron como en una isla y ceden a la presión de la cultura masiva en sus libros". Según él, Estados Unidos "está demasiado aislado y es muy insular, no traduce lo suficiente y no participa en el gran diálogo de la literatura". Y también, otra perla: "No se puede escapar del hecho de que Europa es aún el centro del mundo literario… y no Estados Unidos".

Pero, ¿qué prestigio puede esgrimir una institución que no premió en su día ni a Nabokov, ni a Proust, ni a Joyce?, se preguntaba el otro día, David Remnik, redactor del Newyorker, frente a las declaraciones del pimpante Enghdal. ¿Dónde, -añado yo-, están esos maravillosos autores europeos? Hace ya lustros que Europa no es lo que era, aunque para todo haya excepciones, claro. Pero, no estamos ante una edad de Oro de la literatura europea ni mucho menos, más bien debiéramos bajar la cerviz y reconocer que Estados Unidos hace mucho que funciona como revulsivo para todo lo que se escribe por estos pagos. ¿Qué seríamos sin DosPassos, sin Faulkner, sin Pynchon, sin DeLillo, sin McCarthy, sin Salinger, sin MacCullers, sin el pobre recién suicidado Foster Wallace? ¿Qué seríamos sin Carver, sin Cheever, sin O’Connor? Unos pobres desgraciados, señores míos.

La supremacía cultural europea es un sueño amortajado desde hace lustros. Europa bebe los vientos por lo que viene de ultramar. También, en aquello que nos concierne -en español-, Latinoamerica abre vías y España va detrás. ¿Las razones? Pues, quizás, precisamente, porque los americanos conservan una apasionada fe en la totalidad que aquí nos falta, la novela total, el poema total, la escritura total –fascinante la totalidad-, y, también, porque son capaces de ser completamente ambiciosos, y al mismo tiempo, estremecedoramente humildes. Frente a una escritura deudora del pasado, rígida, falsa y timorata, los autores americanos nos han enseñado que la vida ("life immense in passion, pulse, and power", decía Withman) está en la calle, y que la poesía puede discurrir con paso lento por Desmoines, o atravesar Johnsburg, Illinois, un atardecer de entre semana, mientras una señora en zapatillas fuma en su yard, y piensa sola.

Mañana sabremos del nuevo Nobel de literatura. Tanto Pynchon, como De Lillo, como Roth lo merecen. Aunque quizás ni siquiera lo necesiten.

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