En los siglos XVI y XVII cambia el modelo de saber. Saber, lo que de verdad es saber pasa a ser la astronomía y la física, la aritmética y el álgebra. Los Modernos pretenden que todo el saber siga este modelo. Frente a las interminables quaestiones disputatae medievales y a los debates en escuela sobre disciplinas ingentes y con antecedentes complejísimos comienza a ganar prestigio un saber “claro y distinto”, con fundamentos simples a partir de los cuales se construyen verdades más complejas. Estos fundamentos son o verdades de razón (verdades intuitivamente evidentes o de la lógica) o verdades que vinieran de la experiencia de los sentidos (la observación, el experimento). De tal modo que un solo individuo puede seguir el razonamiento desde las verdades más básicas hasta las menos básicas de modo claro y sin posibilidad de confusión. El saber ha pasado a ser un esfuerzo individual de ir desde lo más básico a lo más complejo y de personal experimentación de lo que se acepta como verdad. Un nuevo tipo de hardware (la imprenta) permitía la difusión de los hallazgos obtenidos individualmente, que se incorporaban de modo acumulativo –si se demostraban ciertas sus tesis- construyendo el edificio del saber, la ciencia. La literatura científica era objeto de intercambio a través de la correspondencia y de la edición de ensayos sobre aspectos concretos. Desaparece la Summa omnicomprensiva y aparece éste, el ensayo, como soporte del saber. Las tesis de un ensayo pueden refutarse por la experimentación o por nuevos descubrimientos, con lo cual este soporte tiene fecha de caducidad. El saber no es acumulativo de modo inmediato, simplemente aquello que está contrastado pasa a ser aceptable, aparece entonces como parte del saber una labor crítica, de criba –normalmente a través de la experimentación- de aquello que se acepta.
Las escuelas, las universidades dejaron de ser el eje de referencia del saber por mucho tiempo y pasaron a ser los individuos, los científicos: personas individuales que no se agrupaban en ninguna institución. Si acaso puede identificarse (hasta la reaparición a finales del XIX de la universidad) la Academia como centro del saber, donde lo importante no es la clase sino la demostración del hallazgo obtenido ante los propios pares -el foro donde se somete a crítica aquello que se descubre.
¿Qué pasa al final de este proceso? Este proceso es la Modernidad y se entendió a sí misma precisamente de la misma manera en que entendió cómo era el saber: un edificio que acumulaba verdades y descubrimientos cada vez más complejos apoyados en los cimientos seguros de verdades más sencillas. Pero parece que estamos ahora al final de este proceso. Parece que ahora empezamos a entender lo que sabemos de nosotros como sujetos del saber de una manera diferente.
El final del proceso de la Modernidad como acumulación de hallazgos científicos y de investigación es la inflación de saber: cientos de disciplinas especializadas que desde hace un par de cientos de años ya son inabarcables por un sólo individuo –y tanto que la universidad y la escuela reaparecieron como centros del saber en el XIX. Pensemos en toda la bibliografía secundaria que hay publicada sobre cualquier cuestión: es inabarcable. Es más, crece exponencialmente. ¿Qué pasa cuando el saber se hace demasiado amplio y grande? ¿Qué pasa cuando el saber crece tan deprisa que uno sólo no puede ni siquiera controlar una disciplina? Pues que hay que unirse para consumirlo, hay que montar un tipo nuevo de comunidad de saber para poder hacer frente a esa oferta enorme. Proyectos muy complejos de saber como el mapa de los genes de algunas especies de seres vivos o la Inteligencia Artificial sólo pueden llevarse a cabo desde la colaboración de cientos de instituciones universitarias, centros de tecnología, instituciones privadas, fundaciones, etc.
Pero además por otra parte el saber cambia su imagen al final de este proceso que es la Modernidad. El saber ya no es la posesión de ideas claras y distintas completamente universalizables, el saber ahora es ‘tener contenido para poder decir’. Las mass media y las nuevas tecnologías han confeccionado una idea de saber nueva: saber ya no es la posesión de ideas seguras y bien cimentadas sino de ideas transmitibles. Aquello que no puedo transmitir, realmente es algo que no sé. Aquello que es susceptible de ser transmitido, emitido, eso es lo que se posee, lo que de verdad se tiene como contenido, lo que se sabe. Por lo tanto saber es saber para otros, saber en una comunidad de personas que se comunican. Saber es capacidad de comunicar, saber es saber en comunidad, una comunidad de oyentes y emisores.
Ambas razones: los proyectos son de tanta envergadura que se investiga en comunidad, por un lado, y saber es saber de una comunidad porque saber es comunicar, por otro lado, hacen que la comunidad sea un rol central de la imagen que el hombre tiene de sí mismo hoy. Nos pensamos a nosotros mismos como miembros de comunidades. El centro de saber es entonces, por excelencia, un haz de comunidades. Cualquier centro de saber contemporáneo, de vanguardia, se entiende a sí mismo como un centro de comunidades que se cruzan, se forman, se intercambian y están en constante conversación. Cualquier centro de saber contemporáneo se entiende a sí mismo como un rimero de comunidades, foros, centros, fundaciones, institutos, blogs, programas, etc, que se relacionan entre sí, se combinan en constante conversación como los invitados en un educado cóctel. Y cualquier centro contemporáneo de saber que se precie lo fomenta con los instrumentos adecuados: una política liberal y generosa para la formación de pequeñas instituciones dentro de sí mismo, una política liberal y generosa incluso en sus edificios y estilo arquitectónico (nada de bloques monolíticos donde TODO el mundo coincide durante TODO el tiempo en gigantescas aulas y laboratorios y sí muchos centros pequeños y dispersos que acojan comunidades distintas), pasión por las tecnologías que fomenten el intercambio y la transmisión, y ser el primero en proponer nuevos temas de conversación. Centros como el IE son paradigmáticos en este sentido y son un resumen perfecto de la nueva y emergente idea del saber como Comunidad.
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