Los últimos datos del crecimiento del paro vinculados a la desaceleración económica han vuelto a colocar a la inmigración entre las preocupaciones prioritarias de los españoles. Y de nuevo se refuerzan algunos de los viejos fantasmas derivados de su presencia, como la competencia por unos puestos de trabajo que hoy disminuyen, los presuntos abusos en el uso de ciertos servicios o los efectos del desempleo en el posible aumento de la delincuencia. Un cierto miedo parece apoderarse de la sociedad española mientras que los partidos en vez de calmarlo se enzarzan en una estéril controversia que pretende más descalificar la política del contrario que resolver los serios desafíos que va a plantear la inmigración.
La idea de que la inmigración debería alentar una auténtica política de estado empieza a ser un clamor compartido por todos aquellos que siguen viendo en ella una solución y una oportunidad imprescindibles. Y que les gustaría un beneficioso consenso para acometer de una vez por todas y con soluciones imaginativas, el problema de la irregularidad y el desafío de la integración. No son cuestiones sencillas y no existen para ellas soluciones milagro. Pero aún serán más difíciles de enfrentar y resolver si no se conforma un acuerdo básico compartido por los partidos, los sindicatos y los empresarios.
Porque todos debemos comprender que la inmigración no es un fenómeno coyuntural, sino estructural de nuestro mercado de trabajo y de nuestra economía. Todos deberíamos saber que la crisis pasará y que la situación demográfica y laboral exigirá más inmigrantes y nuevas categorías de extranjeros con mayor nivel de cualificación.
Los periodos electorales no son buenos para la inmigración porque durante las campañas se airean sus aspectos más negativos, se radicalizan las posiciones, se debilitan las posibilidades de consenso y se cierne la amenaza de giros profundos, incluso de acciones previas útiles si cambia el gobierno.
Casi sería mejor que los partidos no tuvieran una política declarada sobre inmigración. Quizás así podrían hacer, entre todos, una verdaderamente sensata.
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