Arantza de Areilza
Hace unos días retome contacto con una gran amiga alemana con quién estudie en Estrasburgo,
la capital de Alsacia,
en Francia. Hacía años que no habíamos hablado y, como es natural, nuestra conversación se centró en rememorar aquel maravilloso año a orillas del Rín.
Repasamos anécdotas, lugares favoritos, personas y conversaciones, para terminar alabando la belleza arquitectónica de Estrasburgo. Recordamos cómo nos dabamos cita en la catedral, en los fríos atardeceres de invierno, bajo el viejo reloj astronómico coronado con una intrigante frase que rezaba " Tiempo aparente". Recordamos cómo soplaba el viento helador y húmedo proveniente del río Ill que bordea la ciudad antigua, y cómo aquella tarde, un viejo alsaciano sentado a nuestro lado en el banco de la Catedral, a la espera de que diese comienzo el concierto de órgano, nos interpeló en dialecto allemanisch diciendo: " ¿Saben Uds por qué el viento sopla sin cesar en los alrededores de la Catedral?" Antes de que pudiesemos contestar, algo sorprendidas, continuo: " En tiempos remotos, el Diablo sobrevolaba la Tierra cabalgando sobre el Viento. Un día vió su retrato esculpido en el pórtico bajo apariencia del Tentador cortejando a la Vírgenes necias. Curioso y adulado entró en la catedral en busca de otras esculturas que le representaran. En su interior fue hecho prisionero, y, nunca más logró salir. Hoy, el Viento, su montura fiel, todavía espera en la plaza relinchando impaciente y furioso secundado por el eco de los callejones ."
Divertida con la leyenda, recuerdo como aquella noche volvi paseando a mi pequeña mansarda, entre acordes de órgano, pensando que la niebla que envolvía la bella Estraburgo debía ser el sueño del viento.
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