Arantza de Areilza (Da sobre la imagen arriba para volver a la columna principal)
Estos días releía el libro de Carmen Iglesias Cano, miembro de las Reales Académicas Españolas de la Historia y de la Lengua, titulado "Razón y Sentimiento en el Siglo XVIII", en cuyo capítulo V habla de los paraísos perdidos en las "cartas persas" de Montesquieu y en los "discursos" rousseaunianos.
La autora analiza la creencia ilustrada en una inocencia originaria,
en un perfeccionismo primario al que el hombre invadido por la
nostalgia anhela regresar. Esta arcadia signicaría la comunión perfecta
entre lo espiritual y lo material, representada por Rousseau en la
figura del "bon sauvage" (el buen salvaje). Sin embargo, ese buen
salvaje permanecería siempre niño a través de las generaciones, algo
poco probable ante la capacidad de perfeccionamiento del hombre.
Rousseau consideraba la búsqueda de riqueza, la sed de
conocimiento y el deseo de reconocimiento social y profesional como un
desbordamienro de sí mismo, "una alienación en la apariencia" y el
mantenimiento del "desgarro de la dualidad". Escribe refiriéndose a su
educación:
"… No quiero ya nada con un oficio engañoso en el que se cree hacer mucho por la sabiduría y todo se hace por la vanidad".
Esta nostalgia del origen transluce una visión decepcionada del momento histórico.
Frente al rigor moralista de Rousseau, encontramos tesis ilustradas como la "Fábula de la abejas" de Mandeville en
las que la felicidad surge como fin último del hombre en detrimento de
la virtud. El lujo y el comercio aparecen como fenómeno intrínseco al
desarrollo y al poder de las Naciones.Según Carmen Iglesias,es en este
momento en que el vicio se convierte en virtud.
A diferencia de Rousseau, la autora analiza como Montesquieu se
centra en buscar los mecanismos que adecuen las instituciones a la
inclinación natural del hombre hacia la libertad. Rechaza la noción de
voluntad general y de lo absoluto, que defendía Rousseau. Argumenta la
necesidad de las instituciones adecuadas al hombre como garantes de su
libertad y subraya su oposición a la uniformidad.
Rousseau pasó a la historia como el pensador de la democracia
totalitaria con su famosa máxima "obligad a ser libres" en su nostalgia
de paraíso perdido.
¿Creeís que los paraísos se recuperan? ¿En caso afirmativo, pensáis
que los fines justifican los medios? ¿ Acaso se puede obligar a ser
libre?
Comments