31
Oct

Julián Montaño

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Cuando ya tenía en mente escribir algo sobre la Caída del hombre (cosa tan recóndita y tan cotidiana) he visto el post de Fernando y de Arantza, así que Felicia, escribo sobre todo junto. En visperas de los días en que se celebran las postrimerías y la Última Hora de aquellos que han sufrido la Caída (el viernes) y de aquellos que se reunen todos juntos al final del proceso que empieza con la Caída (el jueves) termino yo reuniendo en mi post sobre postrimerías a Fernando, a Arantza, a Miguel y a ti.

Felicia, a mi me gusta distinguir dos relatos de la Caída que tienen que ver con los dos relatos fundamentales que se dan sobre la redención (el alzamiento tras la caída). Uno que cuenta que la Caída consiste fundamentalmente en la pérdida de un vínculo exterior del hombre, el vínculo que lo une con el Creador, fundamentalmente la ruptura de un pacto o el incumplimiento de una prescripción. El otro es el relato que cuenta que es la pérdida de un vínculo interior del hombre, el desencuentro o la desconexión con una fuente interna. El primer relato tiene una vigencia milenaria, el segundo es la versión que de éste empezó en el S. XVI con Lutero: la caída es la consecuencia del alma sin fe que no acepta la acción interior de la Gracia debido al pecado. Esta versión del relato de la Caída sigue una historia que va desde Rousseau (el hombre alejado de la Naturaleza inocente debido al prejuicio de la cultura), las Luces (el hombre apartado de su justo estado de Razón debido a la impostura), los Románticos (el hombre sacado del estado de inmersión en la Naturaleza primigenia debido al ejercicio impío de la razón) o los poetas simbolistas y las vanguardias (el hombre apartado de su poder Creador debido a su empecatado aburguesamiento) o Marx y Freud (el hombre apartado de su estado de justicia original debido a la enajenación del trabajo o al imperio del super-yo).

Lo curioso es que todas ellas se forjan en la lectura que en los siglos XVII y XVIII se hace de la narrativa de Lutero: la caída es algo que me pasa dentro, en mi interioridad, cuando pierdo mi estado de justicia y reconciliación con algo original en mí. Por tanto la reparación de esa caída tiene que ver con la labor interna de mi alma, con la conciencia. Tiene que ver con el ámbito privado, no tiene que ver con ningún pacto público, ninguna institución que lo atestigue ni símbolos que recuerden el pacto. La vida humana se empezó a dividir entonces en dos ámbitos distintos, el público (el lugar de los pactos y de la única Alianza posible, el contrato social) y el privado (el lugar donde acontece el drama de la redención, la propia búsqueda de salvación). De ahí viene la idea contemporánea de establecer un lugar para la búsqueda de la identidad personal (el privado -donde los sentimientos, símbolos y significados tienen cabida) y un lugar que no puede ser afectado por nuestras búsquedas particulares de identidad personal (el público).

De esta visión de los ámbitos de la vida humana es una postrimería, una última versión, la idea de Estado latente en el post "Velo islámico. Derechos y deberes" de Fernando, que en definitiva se basa en establecer lo que se llama ‘justicia procedimental’, el estado no debe elegir una opción acerca de lo que es Bueno, sólo acerca de lo que es Justo, los ciudadanos pueden elegir lo que ellos consideran Bueno, siempre que no sea injusto. Creo que a la misma conclusión que llegó Fernando en su post puede llegarse pero a través de otra visión del Estado y de la vida de las personas que no tiene que dividir entre un supuesto ámbito opaco y privado y un impermeable ámbito público, una ‘justicia procedimental’ o lo que es lo mismo la separación entre lo Justo y lo Bueno. Prometo darla, Felicia, sin dejar de hablar de los paraísos perdidos y de la Caída del hombre, porque el relato que daré tiene que ver con la narrativa de la caída del hombre que tuvo exclusividad social hasta Lutero y que cuenta que la caída del hombre y su redención tiene que ver con los contratos y el testimonio público de la propia redención a través de instituciones -un relato que está muy cercano a las concepciones que sobre el buen gobierno pudieran tener personajes como el Gil Álvarez de Albornoz que nos presenta Miguel en su post "Bolonia".

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Pero fíjate, Felicia, de la Caída del hombre también nos habla Arantza en su post "Private Vices, Public Virtues". porque si en la versión de la historia de la caída que se empieza a contar desde el S. XVI, la caída y la redención es algo interno al hombre (a su alma, a su Machine of the Mind, a su Vernunft, a su interioridad, a su subjetividad) entonces ¿por qué hay un mal que es público? ¿a consecuencia de qué hay mal que es compartido? ¿por qué hay mal en la historia? Lo que nos cuenta Arantza es el comienzo de este relato, de la justificación del mal en la historia, de la Filosofía de la Historia, de si hay realmente Mal y Postrimerías. Pero esta es la postrimería de mi post y sólo adelanto que este relato tiene que ver con Lutero, pero también con San Agustín, y con Santa Justa y Rufina aguantando la Giralda un aciago día 1 de noviembre (el día de todos estos santos, de Santa Felicitas y de muchos más tal día como mañana jueves) del año de gracia de 1775, el día del terremoto de Lisboa.

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